Maxi Kienitz, atleta becado por la Fundación Fuego
Sagrado, ya se encuentra radicado en Mar del Plata y nos cuenta su evolución en
levantamiento de pesas.
Maxi entrena duro en el gimnasio Fuego Sagrado para alcanzar sus objetivos.
La frase “mi lugar en el mundo” suele tener aires de
cursilería o añoranza. Porque es tan difícil hallarnos cómodos en un espacio
físico. Sin embargo, el pesista Maxi
Kienitz de 22 años, oriundo de Pinamar, parece haber encontrado esa frase en su
boca. Y hace unas semanas la repite constantemente desde que trajo sus pertenencias
a Mar del Plata.
Para Maxi la decisión “fue bastante complicada”. “Me
tomó bastante tiempo decidirlo. Más que nada por un tema familiar. Y también
porque tenía todos mis amigos en Buenos Aires, una vida allá. Y yo no conozco
Mar del Plata. Es la primera vez que me instalo acá. Habré venido de vacaciones
dos o tres veces pero no es lo mismo. El día que iba a venir para acá ya había
sacado pasaje y perdí dos micros por pensarlo, pensarlo... Al final dije ´ya
está, me vengo para acá y lo hago´. La verdad que estoy muy contento”, señaló
con un tono de satisfacción.
El físico de Kienitz impresiona; intimida. Por su
corta edad posee una masa muscular muy importante. Carga 200 kg en sentadillas.
Una bestia atlética. Pero al estrechar unas palabras con él se puede distinguir
la calidad humana y la sencillez que aloja en su interior. Por eso francamente
expresó: “Me salió del alma, del corazón. Sinceramente pensé en lo que quería
hacer. Creo no haberme equivocado con la decisión de quedarme en Mar del Plata”.
Poco más de un mes lleva el pesista radicado en la “Feliz” y como es obvio todavía le
cuesta adaptarse: “La verdad que todavía me estoy acomodando un poco. Estoy
viviendo en una habitación en el Patinódromo. Lo bueno es que estoy a treinta
metros del gimnasio. Entreno, como y duermo en el mismo lugar. Eso es una ventaja
con otros chicos. Tal vez tienen que viajar mucha distancia o gente que tiene
que trabajar y luego entrenar”.
Una gran meta para el atleta y su entrenador, Matías
Bernatene, es llegar en plenitud deportiva, competitiva y física a los Juegos
Olímpicos 2020. Sin embargo, “también está la idea de pasar por muchos torneos
importantes antes”.
El pinamarense exhibe su fuerza y su técnica ante la mirada de los jóvenes.
“Estamos entrenando duro. Una nueva experiencia, un
nuevo entrenamiento. A veces siento dolores, molestias. Termino muy cansado
pero sigo igual”, confesó Maxi. Luego agregó: “Soy bastante exigente conmigo
mismo. Porque la decisión la tomé yo y tengo que rendir al máximo. No todos los
días se puede porque por momentos te sentís muy cansado. Lo principal es que
estoy muy contento. Somos un equipo que todos tiramos para el mismo lado”.
En el gimnasio Fuego Sagrado es costumbre entrenar con
música. Ese día la lista de reproducción de la computadora estaba cargada con
el unplugged de Nirvana. Tal vez Maxi Kienitz sea ese hombre que menciona Kurt
Kobain en la canción y “que vendió el
mundo”. Porque el pesista hizo todo para poder
encontrarse donde está ahora. Se siente cómodo con sus compañeros y, en
especial, con su entrenador que según él
“le ha dado mucho”. “No sé cómo devolvérselo. Capaz atribuírselo con el
entrenamiento. Dejándolo todo. Porque acá técnicamente mejoré mucho”, y con un
mirada al piso finalizó la charla.
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